*Denominación en trámite

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Presentación del CD De Crescencio herencia de un dulzainero



Disco homenaje al Maestro Dulzainero Mayor de Santa María la Real de Nieva Crescencio Martín (1917-2001)

Han intervennido en este disco los dulzaineros Esteban martín Tejedor, Roberto Valle Olalla, Miguel Lázaro Martínez y Raúl Domínguez García; los tamborileros Santos Domínguez de Andrés, Flaviano Hernández Antón, Manuel maría Martín tejedor y Raúl Domínguez García; en el bombo, Jesús Álvaro Navas Romero.

Presentación: Sábado 22 de diciembre en el claustro de Santa María la Real de Nieva a las 19,00 horas.

martes, 18 de diciembre de 2007

ARQUITECTURA POPULAR: REFLEXIONES. Margarita Arroba y Concha Diez-Pastor

La palabra edificio viene de dos vocablos: aede (voz indoeuropea que significa fuego) y facere (del latín hacer) . Esto significa, en esencia, que la humanidad, en casi todos los climas, tuvo como prioridad la de calentarse por lo que, para proteger el fuego, inició el fenómeno de la construcción –sistema que suponía la versión evolucionada de las cuevas o refugios naturales–. Es decir, el objetivo primordial de toda la arquitectura desde la prehistoria es protegerse de las inclemencias del clima.

Antonio Castro Villalba, en su libro Historia de la Construcción Arquitectónica , dice en qué condicio-nes:


El proceso lógico (de ejecución de un edificio) debe contemplar tres condiciones previas que consideraremos en principio de forma muy amplia:
1. En primer lugar se debe pensar en un edificio que sirva, mejor o peor, para el fin propuesto desde el punto de vista de su funcionamiento.
2. En segundo lugar es imprescindible que no se caiga, por lo que hay que tener en cuenta unas normas mínimas de estabilidad, entendiendo como la posibilidad de dar forma física durable al proyecto, al menos durante el tiempo necesario para que se cumplan las funciones previstas para el edificio. Este concepto puede influir poderosamente: parece que la idea de eternidad justificó el extraordinario esfuerzo de las pirámides y las fallas, por ejemplo, se construyen para ser quemadas a los pocos días de su construcción.
3. Por último se debe suponer, como tendencia general, la voluntad de obtener unos determinados resultados estéticos, por remota que a veces nos pueda parecer esta intención.


Lo cual, a grandes rasgos, coincide con lo especificado por Vitrubio: Firmitas, Utilitas, Venustas.

Probablemente, tras un periodo de vida nómada en el que la arquitectura era sobre todo de tipo textil, surgieron los primeros edificios, no planificados y sin un tipo claro, pero con tres características bási-cas, buscadas para obtener su máxima utilidad con respecto al fin propuesto y que constituyen casi la encarnación de la coherencia constructiva :

- Se insertaban en el territorio, tanto desde el punto de vista de la geografía humana como desde el punto de vista fisiográfico, con una naturaleza no excesivamente especializada que favorecía su adaptación al lugar y sus condiciones; es decir, procuraban su máxima integración con el clima para evitar que se perdiera calor en climas fríos y potenciar la evacuación de la máxima cantidad de calor en climas cálidos. Para conseguirlo, se buscaba la mejor orientación –en nuestra latitud, me-diodía – y se utilizaba la técnica del aprovechamiento solar pasivo, conocida ya desde la más remota antigüedad por métodos empíricos, para captar la energía solar o para evacuar el calor captado del sol, según la zona climática.
En general, la arquitectura popular ha respondido siempre a un patrón climático de tipo geográfico, aunque existen algunas excepciones .
- Se empleaban materiales autóctonos, que, en nuestro entorno geográfico, eran made-ra, piedra y arcilla y sus derivados, solos o en combinación.
- Se persigue la economía de medios: se construye con cantidades mínimas y usando materiales y técnicas constructivas sencillas –que requieren escasa maquinaria y personal especializado–, como la mampostería de piedra , el adobe y el tapial, el ladrillo y los entramados de madera con plementería de otros materiales, más abundantes pero de menor calidad, que daban rigidez. De hecho, éste es el método más frecuente de utilización de la madera en la arquitectura popular española, debido a su escasez en nuestro territorio ; además hay que considerar que esta solución de entramado de madera se utilizaba con más frecuencia en las plantas superiores de los edificios, dada su ligereza y que permite disminuir el espesor de los muros.

Este modo de entender la arquitectura, aplicando el sentido común, es el tradicional desde tiempos remotos. Sin embargo, a pesar de que su eficacia está fuera de toda duda, hace ya varios siglos que la clasificación histórica de la arquitectura ha dejado fuera a la “arquitectura popular” y la trata como un subproducto. De hecho, la expresión “arquitectura popular” suele utilizarse de manera ambigua, para designar un tipo de arquitectura no sólo del pueblo, sino “no culta”, lo cual suele tener connota-ciones despectivas implícitas. Por eso parece quizá más apropiado utilizar en su lugar la expresión “arquitectura tradicional”, algo más respetuosa dado que la arquitectura a la que nos referimos se ha venido ocupando de mantener vivas muchas tradiciones que, de otro modo, habrían desaparecido. No en vano, ésta es la expresión empleada por uno de los estudiosos del tema, el arquitecto Leopol-do Torres Balbás, quien entendía la arquitectura tradicional como disciplina colectiva con características esenciales y permanentes aportadas por el pueblo español, lo cual ha originado, como él lo llamó, «el conjunto de maneras de reaccionar nuestra raza respecto a los problemas constructivos» .

Es lo que el también arquitecto Manuel de las Casas bautizó hace veinte años como “arquitectura vernácula” que, según decía, «es la que recoge los tipos constructivos y formales de un pueblo, es la historia formalizada de un modo de entender la vida humana frente al medio, es la más pura expre-sión de un sistema cultural. Precisamente su espontaneidad y su adaptación a las condiciones mate-riales del lugar, al microclima y al asentamiento garantizan que el tipo responda a una forma social y no a formas prestadas de otras culturas» .

El gran estudioso del tema, el arquitecto Carlos Flores , mantiene sin embargo la expresión “arqui-tectura popular” y la defiende, recurriendo para ello a la definición de los términos pueblo y popular, de los que hace un bello elogio. La definición de nuestro diccionario, «pueblo. Gente común y humil-de de una población», como a nosotros, se le queda corta y recurre por ello a la más precisa de la folklorista Natacha Seseña que hila el concepto con el folklore y las raíces más profundas de un con-junto humano, y explica el arte popular como expresión de los elementos comunes a una colectividad, aunque es siempre el individuo el que transforma esa expresión en algo concreto. Ese pueblo que Flores elogia tiene una visión pragmática y realista del mundo, que no simple o superficial, con una herencia de saberes y habilidades que supera su falta de instrucción y contribuye por ello a crear y consolidar una cultura propia .

Lo interesante es que, en todos los casos, se explican esta clase de manifestaciones arquitectónicas recurriendo al legado cultural recibido por un grupo social, entendido como la expresión espontánea de la tradición heredada en la que la falta de conocimientos precisos suele suplirse con ingenio. O como dice Torres Balbás, «(…) el apego a las viejas formas y procedimientos empleados anteriormente, la repugnancia a abandonar las ya asimiladas al acervo nacional, su permanencia a través de épocas y estilos muy diversos» .

Sin embargo, lo que explica el arraigo de la tradición arquitectónica en el caso de España –con una cultura, historia y tradiciones peculiares que condicionan esas reacciones espontáneas– es la in-fluencia que tiene sobre cada individuo y no sólo en el conjunto, lo cual afecta tanto «a su desarrollo como a su obra, a su esencia y a su modo de ser en cada momento histórico» , motivo por el cual la arquitectura, y dentro de ella, la casa, es la respuesta de un grupo social al medio en el que vive.

Llamar sólo arte a todo esto, que es algo muy técnico y preciso, es como negarle parte de su esencia espontánea, por lo que parecería más apropiado denominarlo artesanía arquitectónica. Entre ambos conceptos hay una diferencia esencial: el artista –o “arquitecto profesional”, como lo llama Flores– tiene siempre un claro afán de destacarse sobre el entorno. El artesano no, siempre procura fundirse en él intentando perfeccionar los detalles, hacer las cosas “igual pero mejor”, consciente de que su obra forma parte de un todo que está por encima, con lo que, como dice Flores, pone en práctica el ideal de San Agustín: «Unidad en la variedad». Sin embargo, al mismo tiempo lo que caracteriza esta clase de expresiones es la incapacidad para reproducir un modelo con toda fidelidad, por lo que fren-te a la uniformidad, aparece aquí la singularidad de cada una de las partes dentro del conjunto y, por lo tanto, la viveza y la gracia (figura 1).




Figura 1.- A la izquierda, una vivienda tradicional del norte de Castilla. A la derecha, casa de veraneo, del arquitecto Juan Antonio Coderch.


En un análisis profundo del origen de la arquitectura tradicional no se pueden dejar de lado los factores esenciales que la marcan y a los que se sujeta: las costumbres, los materiales, las técnicas, las necesidades –casi constantes durante siglos–, que le han proporcionado un carácter unitario y cercano que las convierte en partes de un orden superior.

Si bien lo dicho no permite ni clasificar ni sistematizar la arquitectura espontánea, lo cual va en contra de su propia esencia ya que no sigue pautas constantes, sí nos permite obtener unos rasgos genera-les que contribuyen a identificarla y reconocerla. Se trata de una espontaneidad que se manifiesta en el tipo de respuesta, directa e inmediata, a las necesidades y posibilidades del usuario, por un lado, y a los condicionantes –históricos, sociales, económicos, físicos– impuestos por el entorno. Predomina lo práctico y funcional en la construcción –motivo por el cual se emplean los materiales del lugar y, dentro de estos, los que mejor se conocen, ya que la elección impone un sistema de construcción que sigue una tradición con reflejo plástico– y en la distribución. Es decir, se mantienen los prototipos con escasas variaciones, que sólo se producen por razones lógicas y claras, cuando la mejora es evidente. Esto, como no podía ser menos, excluye el exhibicionismo y, al contrario, hace que siempre se sigan criterios marcados por el sentido común. Los medios disponibles suelen ser escasos, con lo cual el ahorro se lleva a veces al extremo y sólo se hacen excepciones en casos de fuerza mayor, por lo que la austeridad y la racionalidad de las soluciones adoptadas marcan el resultado, en el que todo lo que no es imprescindible, sobra. Este hecho ha mantenido la arquitectura tradicional ajena a las ideas urbanas de comodidad y confort superfluo, dado que la funcionalidad suele ponerse siempre por delante en épocas de apuro o estrechez económica.

En definitiva, los problemas, por complejos que sean, tienen siempre respuestas simples que deter-minan a su vez la sencillez constructiva de esta arquitectura rudimentaria y alejada de la tecnología, lo cual le confiere una libertad de acción que se manifiesta en la falta de prejuicios que lleva a buscar las soluciones a los problemas desde el interior al exterior, con lo que los aspectos funcionales predominan sobre los de orden estético y compositivo. Así, se pretende alcanzar soluciones dura-deras, para más de una generación de descendientes, ya que la unidad modular es la familia, que marca los problemas a resolver y las decisiones a tomar. A partir de ella, los conjuntos nacen por agregación, favoreciendo la variedad y la gracia, totalmente opuestas a la monotonía que impone la “arquitectura profesional”.

Es decir, se trata de un fenómeno vital, no de un ejercicio de exhibición por el que se cobran honora-rios: el arquitecto rural lleva su actuación fuera de los límites estrictos de la casa, contando con el ámbito de prolongación de la vivienda en el entorno urbano más inmediato que incluye poyos, bancos, emparrados, chimeneas, soportales o construcciones auxiliares en las que se pone tanto cuidado como en lo demás, en un acto reflejo del sentido común que le indica que se trata de elementos esenciales de transición –o apantallamiento– para la adaptación climática y funcional del edificio. Ello demuestra que no aspira a expresar conceptos universales, ni ideas simbólicas o abs-tractas sino que, más bien, se trata de la expresión de una comunidad y de la idea que dicha comuni-dad adopte o transmita, sin pretender en ningún momento transformar el medio en el que se asienta. Por ello, aunque no sólo , el carácter de las producciones es marcadamente rural. Es un tipo de expresión en el que predominan los valores volumétricos sobre los espaciales, a pesar de la gran contribución de elementos como galerías, patios o soportales, lo cual marca otra de las grandes diferencias entre la arquitectura tradicional y la profesional, ya que ésta se suele decir que es tanto mejor cuanto mayor sea su “riqueza espacial” –o variedad de ambientes que es capaz de generar–. En definitiva, estamos ante una expresión arquitectónica en la que los tipos no responden a un sistema, no es posible averiguar sin posibilidad de error su procedencia puesto que, en la mayoría de los casos, son casuales, producto de influencias indeterminadas o de contaminaciones culturales.

Sin embargo, es posible analizar algunas de las respuestas técnicas que se han dado tradicional-mente a los problemas de los edificios, de tipo constructivo y climático, y que encontramos en la mejor arquitectura, tanto “culta” como “popular”. La más importante y básica de estas respuestas es el aprovechamiento solar pasivo.

Consiste en la acción consciente de búsqueda o huida de la radiación solar, dependiendo de si bus-camos calentar e iluminar nuestros hogares, o necesitamos evitar el excesivo calentamiento y el deslumbramiento. El aprovechamiento pasivo de la energía solar se basa, pues, en técnicas puramente constructivas que permiten al sol entrar en nuestros edificios o, por el contrario, lo evitan. Esto se traduce en tres tipos fundamentales de actuación:

- Acumulación del calor.
- Uso de acristalamientos.
- Apantallamientos.

La acumulación es un proceso basado en dos propiedades de los materiales de construcción, la ca-pacidad calorífica y la inercia térmica. La capacidad calorífica es la que poseen los cuerpos para almacenar calor, mientras que la inercia térmica es la resistencia que presentan frente a las ganancias y pérdidas de calor. Cuanto mayor sea la inercia térmica –o resistencia– de un material, mayor será el desfase y la amortiguación de la onda térmica .

Los materiales de construcción tradicionales, los que encontramos en este tipo de arquitectura, pre-sentan una alta capacidad calorífica y considerable inercia térmica. Actúan captando el calor solar cuando éste se produce en mayor medida y lo acumulan para liberarlo después, en las horas más frías, por lo que funcionan como reguladores térmicos. En climas fríos atemperan las estancias du-rante la noche y en climas cálidos impiden que el soleamiento caliente el interior de los edificios en los momentos en los que la temperatura ambiente es más elevada. Por el contrario, cuando la tem-peratura ambiente es más fresca sueltan el calor acumulado, de modo que logran una estabilidad térmica en el interior, tanto más elevada cuanto mayor sea su masa.

De forma paralela, además de utilizar esta clase de materiales –de alta capacidad calorífica y alta inercia térmica–, tradicionalmente se ha procurado usarlos en elementos con grandes espesores, lo cual mejoraba aún más su comportamiento en todo tipo de climas. El calor acumulado durante el día, que se dispersa por la noche, cuando refresca y hace más frío, supone un gran beneficio en zonas frías y secas.

Esto significa que cuanta más capacidad calorífica y más inercia térmica tenga un edificio, mejor fun-cionará en un clima frío, mientras que en climas cálidos se buscará construir con materiales de mínima capacidad calorífica e inercia térmica. O bien, como la mayor parte de los materiales utilizados en la arquitectura tradicional poseían estas características, se recubrían por fuera con algo que evitase la captación de calor. Se empleaban, sobre todo, recubrimientos de colores claros, razón por la cual el encalado ha proliferado tanto en la zona meridional de la Península , en la que únicamente los zócalos se pintaban con colores oscuros, para evitar la suciedad. En la zona norte, por el contrario, se utilizaban los materiales de construcción dejándolos en su color original , ocasionalmente pintados con pigmentos naturales oscuros o con algún componente añadido para impermeabilizar –betún, estiércol–, solución que también aparece en los zócalos de la arquitectura meridional.

La captación de calor será menor cuanta menos superficie de muro expongamos al exterior. A este respecto, el número de pisos del edificio es importante. Una vivienda de dos plantas, por ejemplo, gastará en calefacción aproximadamente un veinte por ciento menos que una vivienda de una sola planta de la misma superficie; es decir, en climas fríos, cuanto más compacta sea una vivienda, mejor funcionará desde el punto de vista energético, mientras que en climas cálidos las viviendas con mayor superficie al exterior en relación con su volumen son las más adecuadas, sobre todo si disponen de ventilaciones cruzadas que permitan el paso del aire a través del interior.

Como la energía calorífica se generaba con fuego desde la prehistoria, y éste se obtenía por medio de la combustión de materiales –leña y carbón– difíciles de obtener, minorar su necesidad era fundamental. Por ello, en climas fríos se utilizaban otros recursos más asequibles para la generación de calor, como instalar la vivienda en la planta superior del edificio y en la inferior, estabular a los animales, de forma que el calor generado por éstos caldeara la planta alta, lo cual permitía ahorrar energía.

En climas cálidos, sin embargo, encontramos que las zonas habitables de las viviendas se ubican en la planta baja, mientras que sobre ellas se levantaba un segundo piso, muy ventilado –doblado, cá-mara, sobrado–, que tenía la doble misión de permitir el almacenamiento de los productos obtenidos de la explotación agropecuaria, como los cereales o la lana, y evitar que el calor captado llegase a la planta vividera, eliminándolo con la abundante ventilación.

La meseta, muy cálida en verano y muy fría en invierno, ofrece ejemplos de viviendas en los que, quienes podían permitírselo, duplicaban las zonas habitables de las viviendas, instalándose en in-vierno en una planta superior –más aislada del frío y de la humedad del terreno–, y en verano en una inferior, ubicada bajo la zona invernal que, de esta forma, cumplía las funciones del doblado.



Figura 2.- Forma de los techos en climas fríos y cálidos, respectivamente.

La altura de los techos tenía también una explicación funcional: dado que el aire caliente tiende a subir y que lo que los habitantes de la arquitectura tradicional han procurado por todos los medios ha sido calentar o enfriar la zona que habitaban –estancias vivideras–, en los climas fríos se tendía a construir edificios de techos bajos en los que el calor queda más cerca del suelo, mientras en climas cálidos y húmedos –como la zona del Levante español, buena parte de Andalucía y las islas– se elevaban los techos todo lo que la técnica constructiva y la economía permitían. En estas zonas se añadían con frecuencia ventanucos altos, situados en paredes opuestas, que permitían generar una corriente de aire gracias a la cual se expulsaba el calor acumulado en la parte alta de las estancias.

En casi toda la arquitectura tradicional española, dados los rigores del clima, los huecos –ventanas y puertas– suelen ser escasos y de poca entidad, principalmente por motivos constructivos y estructu-rales, pero también para evitar pérdidas de calor, en unos casos y, en otros, el exceso de luz . Esto ha dado lugar a un interesante repertorio de sistemas para tamizarla y protegerse del sol, y a una gran variedad de maneras de colocar los marcos –o carpinterías– que los soportan, y que protegen el interior.

Por ejemplo, la posición de la carpintería –el marco y las piezas de las ventanas– en relación con el espesor del muro es variable, y responde también a motivos importantes. Así, en zonas frías se suele colocar enrasada con la parte externa del muro, favoreciendo el efecto invernadero; y en climas cáli-dos, hacia adentro, para que el dintel de la ventana proporcione sombra en verano y deje entrar el sol en invierno.

En las zonas más cálidas de España, con frecuencia aparecen pequeños tejadillos encima de las ventanas cuando éstas se orientan al sur, que permiten aumentar la cantidad de sombra (figura 3) y evitar así la entrada directa del sol; otras veces, se adosan galerías a la fachada con el mismo objeti-vo. Es evidente que cuando están orientadas al este o al oeste las ventanas no podrían eludir la cap-tación solar con estos artificios, ya que a las horas a las que recibirían luz del sol los rayos son hori-zontales en esas fachadas, por lo que, en esas orientaciones, estos elementos no se prevén –al menos para protección solar– si el proyectista sabe lo que está haciendo. La ventanas expuestas al norte no reciben radiación solar directa, pero ocasionalmente se presentan también en ellas este tipo de elementos, con el objetivo de proteger a los huecos del ataque de la lluvia, no de la introducción de rayos solares.




Figura 3.- Tejadillo sobre una ventana de un edificio andaluz, que aumenta la cantidad de sombra sobre la misma.

La utilización de galerías está muy extendida en la arquitectura tradicional española, pero encontramos dos tipos claramente diferenciados (figura 4). Por un lado, las abiertas que, a modo de estrechos porches, evitan el paso del sol hasta la pared del fondo y, por lo tanto, también su calentamiento, al tiempo que permiten la ventilación, de modo que el aire pasante disperse el calor. Y por otro lado, las galerías acristaladas que vemos en climas habitualmente frescos (Galicia, País Vasco y cornisa Cantábrica), que utilizan el efecto invernadero para evitar que, una vez calentados los muros por el sol, se pierda el calor por transmisión o radiación hacia el exterior. Con ellas, se hace posible la captación de calor a pesar de las diferencias climáticas.




Figura 4.- Galerías abiertas y acristaladas. Funcionamientos dispares en climas diferentes.

Desde tiempos remotos se han usado distintos medios de protección para los acristalamientos, como las contraventanas, las persianas, los fraileros o las persianas de librillo, de las que la tradición pro-porciona diversas e ingeniosas muestras. A lo largo y ancho de la zona continental fría de España es frecuente encontrar contraventanas opacas que complementan la arquitectura tradicional, una zona en la que lo importante es no perder el calor interior de las viviendas, mientras por el contrario apare-cen contraventanas perforadas del tipo de las celosías en zonas más cálidas, donde su presencia permite ventilar el interior de las viviendas e iluminarlo someramente al abrir los cristales, sin que el sol llegue a abrirse camino hacia el interior, con lo que evitan así el exceso de calor y el deslumbramiento. Con las contraventanas opacas es posible oscurecer y evitar pérdidas de calor en las noches invernales, y abrirse a la luz y el calor solar durante el día, aunque en zonas calurosas impiden la ventilación nocturna que sería muy deseable en época estival. Por otra parte, las per-sianas permiten protegerse en todo momento de la intensa luminosidad mediterránea tanto en invierno como en verano. Sin embargo, según sea su posición –interior o exterior-, el efecto que tienen varía.

El clima, la fisiografía y la geografía humana intervienen también en el conjunto urbano. En el caso castellano, dentro del que se encuadra Segovia, la forma de agrupación tradicional característica, única hasta el siglo XVI, es la villa. Se situaba siempre en lugares defendibles, al borde de los ríos, en zonas fértiles, protegida por una fortaleza. El campo, a pesar de las agrupaciones de los chozos de los pastores, estaba casi desierto. Fue a partir del Renacimiento cuando se empezó a poblar –o, según las versiones, a repoblar -.

Las viviendas humildes de las villas tenían un aire señorial en comparación con las de las aldeas, más toscas, de barro, ladrillo o piedra, muros desnudos, sin blanquear, de color terroso, de una sola planta, sin adornos, ni huecos, ni solana . Son las viviendas de las aldeas las que han dado fama de duros a los pueblos de Castilla, con casas sin gracia aparente. Las villas, dice Torres Balbás, eran en cambio lugares dinámicos, con aire de castillo, o de convento, o de santuario, a la vez fortaleza y oa-sis en la estepa castellana, con aire trágico y violento. Quizá por eso sus casas son más alegres, más coloridas.

Aunque su origen suele ser ancestral (íbero o romano), las villas son un producto artificial creado ex profeso para protegerse y poder vivir. Para ello aprovechaban los fosos excavados por los cursos de los ríos, en los lugares en los que dos de ellos se cruzaban, dejando un cerro calizo que constituía una fortaleza natural. Este es el caso de Segovia, entre el Eresma y el Clamores. La parte llana suele cerrarse con una muralla que discurre por lo alto del barranco siguiendo las sinuosidades de las grie-tas hasta el ángulo que forma el cruce de los ríos, con lo que se constituye en una acrópolis de inmejorables condiciones defensivas. Trasladado a Segovia, en el vértice, a modo de castillo de proa, se levanta la fortaleza, el Alcázar (figura 5). Las iglesias de la ciudad solían disponerse adosadas a la muralla, para aportar mayor masa a ésta. El agua era escasa, salvo en los cauces de los ríos, extramuros, en lugares de difícil acceso, y en los poco numerosos aljibes del interior, lo cual suponía el principal problema puesto que el abastecimiento no era fácil .




Figura 5.- De izquierda a derecha, el Alcázar –defensa de la villa-, una calle interior del casco antiguo y la plaza de San Martín, en Segovia.


Intramuros las calles son estrechas y tortuosas, las edificaciones pobres y la arquitectura, adaptada a la topografía, siguiendo los relieves del terreno. Las calles se trazaban según los vientos y la orienta-ción, procurando defenderse de los elementos cuando eran desfavorables. Es decir, del viento en invierno y del sol en verano.

La plaza es el lugar en el que acaban las calles más importantes –si no todas–, el sitio más favorable para el comercio, en el que se celebraban los acontecimientos importantes y se concentraba la gente, y donde las casas eran más altas e importantes, y también más caras .

Surgen las galerías porticadas de las iglesias, características de esta zona, como elemento protegido de las inclemencias del tiempo donde ajustar negocios y celebrar contratos.

Dice Torres Balbás que la moda –habla de los años 30– es imitar lo que ocurre en la capital, utilizando trazados geométricos impersonales, “sometiéndose a ese tipo geométrico que, sin distin-ción de climas ni de países, sin filosofía y sin respeto alguno al carácter histórico, y como a propósito para destruir toda pintoresca perspectiva, se ha constituido como ideal de la belleza y último y absoluto fin de toda mejora” .

Entre la postura de Manuel de las Casas, que proclamaba en 1986 una vuelta a las raíces y a la ar-quitectura vernácula, y la irrespetuosa de la arquitectura moderna, que ni siquiera la tiene en cuenta, llama la atención la de Torres Balbás en 1918, cuando se preguntaba si el apego a la tradición era un factor vital, algo aprovechable por el arquitecto de su tiempo o si, por el contrario, era una tendencia malsana del espíritu de la que convenía librarse cuanto antes. «¿Cultivaremos amorosamente la tra-dición, seguiremos marchando por el camino ya trazado, huiremos de influencias exóticas? O, por el contrario, desprendiéndonos del pasado, ¿abriremos el espíritu a toda nueva tendencia, a todo mo-vimiento moderno, por extraño que sea a nuestra raza y a nuestra tradición?” Al final, concluía que nadie es puro: ‹‹Bajo las formas alienta el espíritu y si aquéllas son extrañas, éste puede ser inten-samente castizo» .

Esto es lo que explica en gran medida el éxito de la arquitectura española del siglo XX, desde la van-guardia de los años veinte y treinta, encabezada por Carlos Arniches, Juan de Zavala y José María Arrillaga, hasta la de la floreciente segunda mitad del siglo, con exponentes como José Luis Fernán-dez del Amo, Antonio Bonet, Ramón Vázquez Molezún, Juan Antonio Coderch o Miguel Fisac y que llega hasta Manuel Gallego o Juan Navarro (figura 6). Se trata de una arquitectura profesional –en palabras de Flores– que, sin embargo, no deja caer los anillos por fijarse en cómo ha resuelto la arquitectura tradicional algunos de los problemas cruciales, antes que echar un vistazo alrededor y tomar nota de cómo lo hacen los colegas de otras latitudes. Y sin duda, corrigiendo cualquier error que los artesanos de la arquitectura hubieran podido cometer, si es que hubo alguno. Se produjo así una de las tradiciones arquitectónicas más fructíferas e interesantes de nuestra historia y de todo el panorama internacional.





Figura 6.- De izquierda a derecha, albergue de carretera de Quintanar (Carlos Arniches), iglesia en Canfranc (Miguel Fisac), pueblo de Vegaviana (José Luis Fernández del Amo) y Plaza de los Faroles de Gévora (Carlos Arniches) en las que la relación entre las raíces cultu-rales y la arquitectura moderna es evidente.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Los intrumentos de Zamarrón

lunes, 10 de diciembre de 2007

Conferencia de Pablo Zamarrón sobre los instrumentos de la música tradicional




El folclorista Pablo Zamarrón ofreció una verdadera lección magistral el pasado día 3 de diciembre para el Aula Abierta de Folklore del Campus de Santa Cruz la Real. Zamarrón mostró a los asistentes alrededor de cien instrumentos de diversas procedencias, especialmente españolas, pero sin desdeñar lugares tan exóticos como Nepal, por ejemplo. Entre ellos había cordófonos de varios tipos, como tambors de cuerdas, cítaras rusas rabeles o zanfonas, por nombrar solo los más llamativos. Entre los muchísimos instrumentos de vientos que enseñó había algunas trompas copias de ejemplos prerromanos manufacturadas en arcilla, así como añafiles o heraldos. Zamarrón demostró asimismo la gran riqueza que existe de instrumentos de percusión, desde los más sencillos (pero cuya interpretación se puede complicar sobremanrea) hasta los más sofisticados, dentro de la tradición popular.

El interés de la presentación del folclorista segoviano radicó en el conocimiento que de cada instrumento iba demostrando, al tocar breves melodías o marcando ejemplos rítmicos en cada uno de ellos, así como las explicaciones que dio sobre los orígenes y usos tradicionales. Zamarrón tocoó varios temas que interesan a la folclorística contemporánea; hizo ver al público que las funciones de los instrumentos no se centraban tan solo en amenizar fiestas y de servir de soporte a danzas; también servían como instrumentos de comunicación, como por ejemplo efectuar llamadas o emitir mensajes codificados musicalmente; existen también ciertos instrumentos de función iniciática para ritos de paso, de función mágica o religiosa. Otros de los aspectos que señaló fue el papel de los músicos populares en el proceso de transmisión y diseminación de la música popular y la forma de interpretar la música en cada región, a veces utilizando dos instrumentos a la vez. Interesante fueron sus palabras sobre el proceso de recuperación de las tradiciones y de los artefactos que las sustentan en varias partes de España.

Pablo Zamarrón, folclorista empeñado en que no se pierda la memoria que sirve de marco a las comunidades frente a un mundo cada vez más globalizado, lleva una docena de años haciendo demostraciones de música popular por centros educativos. Muchos de los instrumentos que nos muestran son obra de artesanos del pueblo hechos expresamente para él, mientras que otras son piezas recogidas de familias que ya no encontraban uso en ellos y sabiamente restauradas para que sigan cumpliendo su función.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Joaquín Díaz rastrea el folclore español en el suroeste de Estados Unidos

http://www.abc.es/20071205/castilla-leon-castilla-leon/joaquin-diaz-rastrea-folclore_200712050245.html

lunes, 12 de noviembre de 2007

Fallece don Mariano San Romualdo 'Silverio'


SIEMPRE CON NOSOTROS, MAESTRO.


Embajador de nuestra cultura popular, de este patrimonio inmaterial que ha mostrado e inculcado allí donde fuera con respeto, elegancia y bien hacer, desde que allá por el año 1927, con catorce años, empezó con su padre Silverio y con otros compañeros.
Identificado con el traje segoviano, que usaba cuando acompañaba las danzas folclóricas de nuestra provincia, que le llevaron a conocer otros países, otras costumbres, otra gastronomía, aunque él fue siempre fiel a su cochinillo, sobre todo a la cabecita del lechón, que le fascinaba, a su buen vinito, blanco y del tiempo, como le gustaba puntualizar.
Cuanta gente le tiene en su casa, presente en las fotografías de cuando han venido a comer a Segovia, o a una boda, convención, visitas oficiales, recepciones,…
Mariano, maestro, cuanto te vamos a echar de menos las mañanas de Ferias, cuando los gigantones y los cabezudos salgan a alegrar a los chavales, aunque tu música seguirá con ellos, pues durante toda tu vida te has preocupado de que tus hijos y tus nietos aprendieran el oficio, para que esta tradición que tanto te gustaba no se perdiera.
Mariano, amigo, cuanto te vamos a echar de menos en La Esteva, tus consejos, tus enseñanzas, tu compañía, tu amistad, tu música. Ya no podremos presumir en las presentaciones de tener entre nosotros al componente más veterano del Grupo de Danzas y uno de los fundadores, allá por el año 1942, de los Coros y Danzas de Segovia, de donde provenimos.
Mariano, te vamos a echar de menos, pero tu bien hacer y tu saber popular serán guía en nuestro quehacer diario.

Asociación Cultural Grupo de Danzas La Esteva

jueves, 8 de noviembre de 2007

Solly Levy en el Aula Abierta

Lo primero fue la bienvenida de Santiago López Navia en nombre de la Universidad.
El prfesor Jesús de Blas sustituye a Santiago y habla en nombre de la Universidad sobre la importancia de la presencia de Solly.

Lectura de “Apuntes sobre la Historia Judía”, un cuadernillo cronológico.
Aparece Solly con ropa “judía” y se hace una autopresentación parodiada, dice que es especialista de todo y que va a dar una conferencia circo, una “circunferencia” habla muchas palabras en “haquetía” (la lengua más importante del mundo) una mezcla entre español moderno, español antiguo y árabe.
Haciendo juegos de palabras, comienza a relatar la historia judía en clave de humor: Sobre los éxodos, Babilonia, el Templo de Jerusalén, los romanos, etc. y con sorna decía “El judío siempre quejándose”.
Se agradece que un judío haga humor sobre los judíos.
Continuó provocando risas, y entre comentarios jocosos cantó, en serio, temas sefardíes de Oriente y del norte de África. Así fue desgranando varios romances: “Las quejas de doña Ximena”, “Diego León”, “Las señas del esposo” (infantil), otras de cuna “Mi madre la descansada”, apuntaba el componente de tristeza de estas melodías, que hacían llorar más, parte de “El debate de de las flores” porque es interminable, en que las flores compiten por alabar al Señor.
Siguió con otro tema de la liturgia de los judíos sefardíes del norte de Marruecos (los poemas religiosos se llaman piyut), de la fiesta de la pascua, y que se canta en medio del rezo; está extendida por todo el mundo “Ya viene el Señor de la redención…”
También de la liturgia de los sefardíes del norte de África, una canción con muchas modulaciones, similar, o que recuerda mucho al cante hondo, que se interpreta los sábados (día santo), cuando se pone el sol.
Destaca la supervivencia de la influencia de “lo español” en los judíos sefardíes de todo el mundo, pero ya no en los niños. La explicación del fenómeno es “por amor” a España, a pesar de los kilómetros y los siglos.
Repasó la situación actual de la cultura judía, y destacó el enfrentamiento entre diferentes puntos de vista, como por ejemplo el desarrollo del feminismo.
Terminó con el tema de las bodas. Una parodia teatralizada de las bodas actuales con muchos componentes de la tradición. La comida, el baile y el cheque, que es lo más importante.
Todo muy interesante y divertido.

Pablo Zamarrón

lunes, 24 de septiembre de 2007

jueves, 28 de junio de 2007

Luis Díaz Viana: Cancionero popular de la guerra civil española




Luis Díaz Viana

Cancionero popular de la guerra civil española: textos y melodías de los dos bandos


La editorial La Esfera de los Libros acaba de publicar el Cancionero popular de la guerra civil española: textos y melodías de los dos bandos, una recopilación y estudio de Luis Díaz Viana. Se incluyen no solo los textos, sino también las melodías de las canciones más famosas (marchas, himnos, tonadillas) de los dos bandos que lucharon durante este importante periodo histórico de la España Contemporánea y que luego han sido transmitida en ámbitos familiares, constituyendo de este modo un interesantísimo fenómeno del folklore español contemporáneo.

El libros, que consta de trescientas y una páginas, se organiza del modo siguiente:

Índice
Prólogo: Un antropólogo en guerra
Preámbulo a la presente edición: Canciones como balas o el retumbar de un tiempo mítico
1. Las canciones populares en la guerra civil
Introducción
La historia que cuentan las canciones
Canción popular, culta y tradicional
Diverso origen de estas canciones populares
2. Las canciones populares en el bando republicano
Canciones procedentes de anteriores conflictos
Canciones inspiradas en temas tradicionales
Canciones internacionales
Canciones de autor y canciones populares
Melodías y textos
3. Las canciones populares en el bando nacional
Canciones de las fuerzas sublevadas
Canciones de la Falange
Canciones extranjeras
El estilo nacionalista
Otras canciones populares
Melodías y textos
Epígono: El cancionero popular de la guerra civil como estudio de oralidad literaria
Bibliografía
Nota del editor

lunes, 28 de mayo de 2007

Charla de la Profesora Maganto sobre indumentaria tradicional

El miércoles 23 de mayo a las 19:30 la Dra. Esther Maganto nos ofreció una interesantísima charla que versó sobre indumentaria tradicional, en especial sobre el trasfondo social de la ropa. Bajo el lema de aprender del pasado para interpretar el presente, se ha interesado por encontrar el origen de cada prenda o conjunto de prendas y a la clase social que han pertenecido.
Al contrario de lo que se viene creyendo, esta es una época en que presenciamos un proceso de revitalización de la cultura tradicional y popular. Hay diversos tipos de agentes sociales que participan en esta revitalización y en muchos casos sus objetivos no coinciden. En el siglo XVIII la indumentaria marcaba el estamento; en los siglos XIX y XX se da una folclorización del traje tradicional que se puede ver por su presencia en exposiciones etnográficas o en acontecimientos folclóricos. Se puede percibir que dentro de esta revitalización de la indumentaria tradicional hay dos tendencias, una purista, que busca lo “auténtico” en cuanto a materiales y patrones, busca la obtención de piezas testigo o de réplicas fieles, y otra innovativa que se puede identificar, entre otros rasgos, por la pérdida del sentido de la uniformidad y de la simetría, por incorporar nuevos motivos en la decoración y por perder algunas piezas. La indumentaria no solo se conserva gracias a las asociaciones culturales sin ánimo de lucro y museos rurales que se ocupan de la indumentaria tradicional, también se recupera en fiestas populares, bodas y otros acontecimientos; su estudio se ve impulsado gracias a las becas que se ofrecen, sin embargo, las investigaciones después no encuentran salida por falta de organizaciones interesadas en publicar los resultados.
Para el estudio de la indumentaria tradicional hay que relacionar la historia (sobre todo la historia de las modas), la etnografía (patrimonios material e intangible) y la sociología. Disponemos de una buena cantidad de documentos que nos aportan la información que buscamos: textos como libros, revistas, testamentos, cartas de dotes, inventarios de bienes; materiales gráficos como pinturas, grabados, fotografía y películas; piezas testigo conservadas en ámbitos familiares de prendas festivas o cotidianas. Hay ciertos problemas que salvar en al investigación: variedad de nomenclatura, el uso pintoresco de la indumentaria tradicional con carácter patriótico y festivo por parte de los estamentos más altos frente al uso tradicional del pueblo.
La lenta innovación dentro de la tradición es otra de las interesantes cuestiones que se pueden estudiar; los cambios en la cultura tradicional son casi imperceptibles dentro de la misma generación; alguna autora ha llamado a la indumentaria tradicional “antimoda” para resaltar esta característica. Se echa en falta un análisis de los diversos niveles económicos dentro de las clases rurales o populares y cómo afectan a la indumentaria. También es interesante constatar la manera en que influyen las formas de vestir de varios estamentos a lo largo de la historia.
En cuanto a los materiales gráficos, algunos carecen de información sobre el color al ser en blanco y negro o pueden llevar a confusiones, si los grabados o fotos han sido coloreados posteriormente y desconocemos si el color es el original. A veces en las fotografías antiguas se pueden percibir préstamos de prendas para completar atuendos entre diversos modelos, con lo que la identificación de los atuendos por localidades presenta algunos problemas.
La profesora magantos hizo después un recorrido histórico de dos prendas, una del atuendo femenino y otra del masculino para mostrar con estos dos ejemplos la riqueza de información que la indumentaria puede ofrecer al estudio de las sociedades tradicionales, la problemática que encierra este tipo de estudios, así como los métodos de análisis que se pueden aplicar a ellos.

lunes, 9 de abril de 2007

Texto para la posible propuesta sobre un centro etnográfico

Este es el texto que envió José Manuel Herrero (Michel):
PROPUESTA DE FORMACIÓN DE UNA PLATAFORMA CULTURAL PARA CONSEGUIR UN
CENTRO ETNOGRÁFICO de SEGOVIA


Desde que se inauguró la estatua a Agapito Marazuela, la Ronda Segoviana ha lanzado, en múltiples ocasiones, la propuesta de que en Segovia se necesita un lugar donde los amantes del folclore segoviano y de su cultura popular puedan referirse a la hora de hacer estudios, fundamentar trabajos, guardar material recopilado o recibido, contemplar el patrimonio tangible, disfrutar del patrimonio oral, aprender oficios y habilidades en que ocupar horas de ocio de una manera creativa, etc., etc. Es decir, que se necesita como el “respirar”, un CENTRO ETNOGRÁFICO de SEGOVIA.

La idea de formar una plataforma resurge de una anterior. Hace ya muchos años hubo una propuesta de erigir un monumento a Agapito Marazuela, idea que, aunque aprobada por todos en ese momento, se fue quedando olvidada, hasta que hace un tiempo, decidimos, entre varios de los grupos folclóricos que podría tener en la provincia mucha más eficacia unir nuestras fuerzas creando la “PLATAFORMA PRO ESTATUA PARA AGAPITO MARAZUELA”, y así reclamar lo que ya estaba aprobado anteriormente por los políticos. Al final, como es evidente, y después de mucho dar la “paliza” en medios de comunicación, en actos oficiales, en actuaciones, directamente a los políticos de turno,.. etc., la estatua se consiguió.

Pues esta es la idea, aprovechar la cobertura que nos da el AULA DE FOLCLORE para unirnos, tanto asociaciones como grupos organizados, personas particulares, músicos, amantes en general del folclore de Segovia, en una plataforma que luche porque la administración cree un CENTRO ETNOGRÁFICO de SEGOVIA.


José Manuel Herrero Martín (Michel).

Cuarta reunión

4ª Reunión Aula Abierta de Folklore de la SEK. La reunión del jueves 29 de abril comenzó a las 18:30 con la conferencia del Prof. de la Universidad de Alcalá, Dr. Jose Manuel Pedrosa, reconocido folclorólogo que tiene una amplia experiencia en trabajos de campo y cuya lista de publicaciones sobre folklore es verdaderamente asombrosa. Agradecemos su presencia y su desinteresado esfuerzo. Pedrosa disertó sobre el tema que tituló “De mitos clásicos a las leyendas contemporáneas”
Comenzó definiendo Mito, Cuento y Leyenda. Son relatos orales narrativos, en general largos y complejos. -El Mito se sitúa en un tiempo de orígenes y se cree en ellos de forma religiosa. En realidad es religión, “historia sagrada”. -El Cuento se sitúa en un tiempo y espacio indeterminado “érase una vez en un país muy lejano”; nadie cree en ellos excepto los niños pequeños. Los personajes están vacíos, son prototipos, modelos, esquemas. -Las Leyendas se sitúan en un tiempo que la comunidad considera histórico. Es de carácter local. Al protagonista, muy enraizado en lo local, se lo considera histórico. La leyenda refleja la identidad de la población. Según Pedrosa, el mito se perdió cuando llegó la ciencia, y el cuento está prácticamente perdido en la tradición folclórica. La leyenda es el más vivo del folklore contemporáneo. No se ha estudió bien, porque sólo se tenían en cuenta las leyendas medievales, pero si se abre el campo a la invbestigación de las leyendas contemporáneas, se ve que todavía hay muchas y están en crecimiento, principalmente las llamadas Leyendas Urbanas. Pedrosa fue desgranando leyendas urbanas y haciendo referencia a otras leyendas y mitos de la antigüedad en los que la esencia temática era la misma. -“La autoestopista fantasma”, serie de relatos en el que el personaje ayuda a salvar de una situación de peligro, y la contraria, que ocasiona la muerte. En los orígenes es un mito como se ve en La Iliada, o en los relatos medievales sobre un ser sobrenatural que baja del cielo y protege. La devoción a la Virgen de las Nieves de Navalperal de Pinares (Ávila) es un caso similar. El personaje en cuestión es el psicopompo, o conductor de las almas, guías que salva del peligro. Otra manifestación son: -“Verónica”, la hija del diablo; si la invocas tres veces, delante de un espejo a las doce de la noche, se aparece. (ver en Internet cocoweb de Alejandro González Terriza. -“Los locos cortacabezas” a los recién casados; estos personajes hacen el mal a la comunidad cortando la fecundidad y supervivencia al matar a uno de los componentes de la pareja, generalmente el novio. Pedrosa señaló numerosas narraciones relacionadas que se desarrollan en las carreteras, como las películas de carreteras (road movies). El camino o la carretera, y en especial el cruce de caminos o encrucijada es un espacio crítico en el imaginario. Desde la antigüedad se manifiesta de este modo. Así tenemos el atasco de Edipo en el que perdió la vida su padre Layo. Los puentes, desfiladeros, escaleras, etc, son laberintos, emblemas de lugares peligrosos, estrechos y críticos.
Otro psicopompo puede ser la persona que ayuda en una avería en la carretera y que al final, al quitarse el casco, resulta ser el rey; también Moisés al abrir el mar Rojo, o Roldán en Roncesvalles, o Ariadna que ayuda a Teseo en el laberinto. Los encuentroes entre doncellas y pastores y los relatos de encuentros en los santuarios también pertenecen a este tipo y son de tradición precristiana. En el mundo árabe, el descubrimiento del café por las cabras es otro ejemplo. En nuestra época, serían los deportistas actuales que tienen que encestar, o meter goles.
Copmo se puede ver, los narradores nos cuentan lo que ya sabemos, pero no nos importa. Repiten esquemas pero hacen que nos parezca diferente. Cuanto más nos engañan, mejores narradores son.

Después de esta interesante conferencia hubo debate, pues se habían suscitado varias cuestiones. Se hablo de que la leyenda se puede utilizar y se ha utilizado como elemento de confrontación, que lo local hay que tomarlo como un eslabón de lo universal, sobre el significado de las fuentes y los pozos como separación de lo sobrenatural, las creencias en el pozo airón.

El profesor Pedrosa se retiró para regresar a Madrid. El foro continuó. Se presentó a Amparo García, Teresa Llorente, a Pajares y Ángel Román, que eran la primera vez que asistían. Se habló de la conveniencia de promover o no en estas fechas lo del Centro Etnográfico, por la cercanía de las elecciones. Se habló de la denominación, de la creación de un tipo de plataforma para coordinar las actuaciones en ese sentido, de las posibles actividades que se desarrollaran en el centro. Se quedó en volvernos a reunir el Martes 24 de abril a las 19, 30h y si es posible, que cada cual aporte sus ideas sobre lo que crea que podía ser el centro.

jueves, 22 de marzo de 2007

miércoles, 14 de marzo de 2007

CONCIERTO INAUGURAL DEL II CERTAMEN DE DULZAINA "FOLKLORE PLAZA CASTILLA"

El viernes 9 de marzo a las 21.00 horas se celebró el CONCIERTO INAUGURAL DEL II CERTAMEN DE DULZAINA "FOLKLORE PLAZA CASTILLA" en la SALA GALILEO GALILEI de Madrid. Participaron los "DULZAINEROS DEL BAJO ARAGON", la Escuela de Dulzaina "Folklore Plaza Castilla", "HEXACORDE-VANESA MUELA". El sábado 10 de marzo se rindió homenaje a los Dulzaineros JAVIER BARRIO (de la escuela Plaza de Castilla) y ALBERTO AMBRINA (de Zamora, y al constructor de dulzainas LORENZO SANCHO (de Carbonero el Mayor. El acto se celebró en el Salón de Actos de la Asociación OSCUS, también en Madrid. En él intervinieron: "ALBERTO JAMBRINA Y PABLO MADRID + LA CHARAMBITA", los "DULZAINEROS DEL BAJO ARAGON", la "ORQUESTINA DE LA CHARANZAINA", la ESCUELA DE DULZAINA Y TAMBORIL "FOLKLORE PLAZA CASTILLA" y el grupo "LOS TALAOS", que interpretó el pasodoble compuesto por el joven Dulzainero segoviano, Daniel Cabello, recientemente fallecido en accidente de moto.

jueves, 8 de marzo de 2007

Tercera reunión del Aula Abierta de Folklore

Presentes:
José Francisco de Antonio Gómez
Godofredo Simón Cabrera
Rodrigo peñas Barroso
Jesús Sanz García
Pablo Zamarrón Yuste
Fernando San Romualdo – La Esteva
José Manuel Herrero Martín (Michel) – La Esteva
Manuel María Martín Tejedor
José Luis Gómez
Guillermo Herrero
Juanjo Prat

Antes del comienzo de la 1ª de las conferencias, a cargo de Juanjo Prat, se habló de lo acertado de poner en el blog biografías de músicos tradicionales. Pablo Zamarrón propuso realizar una especie de manifiesto, para que los cargos electos en la provincia, en las próximas elecciones municipales, tuvieran en cuenta la defensa de valores que representen la cultura tradicional, tanto material como inmaterial, que se deben salvaguardar y propiciar su difusión.

Más tarde, Michel como miembro y representante de la Esteva, La Ronda, Tralara Folk, Convocatoria del premio Agapito Marazuela, etc., informó que después de que se erigió la estatua al maestro Marazuela, tienen como meta la creación de un Centro Etnográfico en Segovia capital. Sería un centro de documentación que albergaría material etnográfico de la provincia; allí habría material folklórico y documentación a disposición de los investigadores, se podrían desarrollar enseñanzas relacionadas con las tradiciones. Propuso que se cree una plataforma para presentar esta idea a las instituciones y organismos que lo puedan apoyar, para lo cual se crearía una comisión que, entre otras cosas, se encargaría de hacer la presentación ante quien corresponda. También sugirió el definir un poco más los contenidos, temáticas y fechas de las siguientes reuniones. Se dispuso que, a menos que hubiera fiestas o vacaciones, el Aula Abierta se reúna el primer martes de cada mes. Habrá otras actividades programadas en otras fechas que serán debidamente anunciadas.

A continuación, Juan J. Prat Ferrer dio la conferencia sobre “Herder y los primeros conceptos folklorísticos”. El grupo consideró muy interesante el conocer cómo se empezó a estudiar y valorar las manifestaciones populares, asociando este estudio a la identidad de los pueblos, frente a otras culturas más elitistas. Aunque hoy en día han cambiado mucho los conceptos, hay que intuir la pasión con la que se vivirían esos comienzos, que originaron el interés por el conocimiento del saber popular en nuestra civilización.

Hubo debate, aunque no muy extenso por la premura del tiempo. Godo se refirió a la pérdida de las canciones en muchas melodías que hoy día se tocan con la dulzaina, y que antes también se cantaban. Y hubo un debate sobre si los dulzaineros que no sabían leer música usaban las letras de las canciones como recurso mnemotécnico (tal como muchas veces se hace hoy día), si estas melodías tenían letras propias que se han perdido en su mayoría, o si la letra que se cantaba con cierta melodía podía cambiar según las circunstancias.

La reunión terminó a las nueve de la noche.

miércoles, 7 de marzo de 2007

Herder y los primeros conceptos folklorísticos

Juan J. Prat Ferrer
Universidad SEK




El siglo XVIII, llamado Siglo de las Luces, representa en Europa un periodo de gran avance para el pensamiento científico y filosófico. El triunfo de la Razón fue el resultado de una especie de revolución intelectual liderada por Francia. Este país acabó por imponer su propia visión del mundo a las naciones que se fueron sometiendo a su dominio, no solo el político, resultado del imperio napoleónico, sino especialmente, el cultural, de mucho mayor alcance.
Los intelectuales europeos durante siglos habían deseado con cierta nostalgia la unidad que este continente disfrutó bajo el Imperio Romano, y frente a la disgregación en naciones independientes tras las invasiones bárbaras, perduró la unión de los intelectuales, que siguieron usando el latín como la lengua de la alta cultura. Los ideales de libertad, igualdad y fraternidad y el culto a la diosa Razón se convirtieron entonces en el estandarte de un nuevo espíritu internacional, pero esta vez el movimiento lo lideraba Francia y no Roma.
Las causas de este movimiento fueron varias, pero una de ellas, que merece la pena que la destaque, aquí fue industrial. En el siglo XVIII los fabricantes europeos desarrollaron una técnica de producción de papel que era a la vez económica y eficaz; como consecuencia, se empezó a fabricar un material mucho más duradero y económico. Esto permitió que los escritores abandonaran la costumbre de escribir poco diciendo mucho para ahorrar papel; ahora el autor se podía extender en sus descripciones y explicaciones, ya que dejaban de existir los impedimentos técnicos y económicos que lo forzaban a economizar la palabra. Sin duda la comunicación y transmisión del saber ganó con ello. Una consecuencia de este cambio tecnológico fue que se empezaron a tratar temas que antes no habían tenido cabida en el mundo de la imprenta. Ahora, con libros más baratos, el mercado se ampliaba. También se empezaron a poner por escrito textos que hasta entonces habían pertenecido casi exclusivamente a la oralidad. Ejemplo de esto son las baladas que se comenzaron a publicar por toda Europa. Apareció, pues, por esta época una gran cantidad de libros, panfletos y pliegos sueltos dedicados al entretenimiento y que estaban tomados muchas veces de la tradición oral. El mundo de la imprenta comenzaba a dirigir su atención a clases cada vez menos eruditas, y dejaba de ofrecer sus productos exclusivamente a los miembros de la “alta cultura”.
En el siglo XVIII, por otra parte, el saber, la razón, o los conocimientos no se conciben ya como adorno de la persona; esta forma de pensar, típica de los siglos anterioores, ha caducado, y la visión ahora es la de una inteligencia puesta al servicio de un conocimiento más crítico e independiente que rechaza los prejuicios, las ideas recibidas y todas las formas de pensamiento místico como una forma de superstición. Se siente en esta época que la humanidad avanza gracias al ejercicio de la razón. Así es como nace la idea de progreso, que tanta importancia ha tenido en nuestras sociedades a partir de entonces. Gracias a la influencia de la diosa Razón, se predica la tolerancia, se cultiva la filosofía, se rechazan los dogmas, se habla de libertad y, en fin, se recomiendan actitudes “razonables”. Este pensamiento se volverá enseguida en contra de las ideologías impuestas desde arriba y de instituciones tales como la Iglesia. Los librepensadores eran, pues, partidarios de una moral sin religión.
El intelectual del siglo XVIII creía que la clase media urbana era la portadora de la capacidad de razonar; gracias a la educación recibida, podía elegir sus creencias y sus tradiciones con libertad; esto hacía que se desarrollara en ella el pensamiento crítico y el individualismo. Los que componían el pueblo rural, el vulgo, el folk, eran en cambio los depositarios de una tradición a la cual estaban atados, y su falta de desarrollo intelectual no les permitía gozar de la libertad de concebir, y por tanto de elegir, otras opciones; formaban, pues a los ojos de los intelectuales urbanos, una masa indiferenciada en la que el individualismo no tenía cabida. Los miembros de la clase media educada pensaban que la vida mental del pueblo llano estaba inmersa en el error, mientras que ellos gozaban de las luces de la razón. Era esta una época en la que el ochenta por ciento de la población estaba formado por campesinos analfabetos.
A este movimiento ilustrado, liderado por los intelectuales franceses, que lo extendieron por Europa formando las bases para una nueva intelectualidad de carácter internacional, se opusieron los partidarios del orden establecido en cada país; estos consideraban que los librepensadores eran unos radicales cuya labor destruía las ideas políticas, nacionales y religiosas que daban carácter a cada país. Para los que se oponían a la dominación cultural de los racionalistas y librepensadores no podía haber moral sin religión. Las crueles consecuencias de la Revolución Francesa y la desestabilización ocasionada por las invasiones napoleónicas asestaron un duro golpe a este movimiento en toda Europa. Varios países, entre ellos España, organizaron movimientos contrarios a la expansión militar, política y cultural de Francia y se empezó a considerar que el ilustrado era un afrancesado y por tanto un ser peligroso para la estabilidad social, y que se podía someter a persecución política.
En la Alemania de la segunda mitad del siglo XVIII se empezó a fraguar un pensamiento en que se aunaba la ciencia y la historia con la preocupación social, política y económica. Por esta época empezaron a oírse voces que reclamaban, cada vez con más fuerza, una identidad común para todos los alemanes. La situación en Alemania era muy diferente a la de países como Francia, Inglaterra, España o Rusia, unificados desde hacía tiempo. En Alemania, como en Suiza y, en menor medida, en Italia, coexistían pueblos distintos, con lenguas muy diversas, con una honda división religiosa, pero todos ellas sometidos a gobiernos que pretendían gobernarlos como a uno solo.
Fue a partir de entonces cuando se empezó a estudiar con mayor rigor científico las fuerzas que mueven las culturas y, en consecuencia a mirar al pueblo llano, es decir, al campesinado, con más interés y simpatía. Frente a las ideas ilustradas, y a veces conviviendo con ellas, se desarrollaron otras que anunciaban una forma más idealista de percibir la realidad, lo que poco después se plasmaría en el movimiento romántico, en el nacionalismo y en las ideas positivistas. Los jóvenes intelectuales alemanes de esta época daban importancia a la subjetividad, y se fijaban en la inquietud y desasosiego que el europeo civilizado siente en su sociedad; de ahí que dieran importancia al genio personal, que exaltaran la juventud y que predicaran la rebelión contra las convenciones sociales. Se entusiasmaban con lo natural y rechazaban las reglas de la razón que los ilustrados defendían.
El pensador alemán Johan Gottfried von Herder (1744-1803), cuya obra intelectual ocupa el último cuarto del siglo XVIII, fue uno de los que reaccionó vivamente en contra del dominio francés en las artes y en la cultura de su país, e instaba a que se recuperara la cultura nacional alemana, que él consideraba en franca decadencia ante el ímpetu de la moda francesa. Herder quería que, como cura a esta enfermedad, se inyectaran en la tradición cultural alemana las gloriosas tradiciones antiguas germánicas, en especial las poéticas, que el pueblo conservaba. Herder seguía en esto a su maestro Johann Georg Hamann (1730-1788), apodado El Mago del Norte, que había realizado una defensa a ultranza del genio de la producción popular.
El pensamiento de Herder sobre la cultura no se produce en un vacío intelectual; se acerca mucho a las ideas que desarrolló el napolitano Giambattista Vico (1688-1744), que murió precisamente el mismo año en que nació nuestro pensador alemán. Vico opinaba que es mucho más fácil comprender las obras humanas que las de Dios, dicho de otro modo: el conocimiento de la cultura es más accesible a la mente humana que el conocimiento de la naturaleza, puesto que el hombre no es un mero observador, sino que es creador y partícipe de su cultura. Vico ideó una ciencia nueva que se ocupaba del desarrollo cultural humano, y la llamó así, “Ciencia Nueva”. Herder también refleja la influencia del francés Jean Jacques Rousseau (1712-1778), unos treinta años más viejo que él. Rousseau afirmaba que antes de que se desarrollaran las artes y las ciencias, las costumbres y los valores sociales habían estado en armonía con la naturaleza humana, pero estas costumbres y valores se habían pervertido al llegar la civilización moderna, pues esta, en vez de ajustarse a los parámetros de la naturaleza humana, como había ocurrido hasta entonces, imponía al hombre un patrón cada vez más uniforme que obligaba a todos a conformarse, lo cual causaba un gran daño pues no somos iguales. Rousseau predicaba una vuelta a la naturaleza.
Entre 1767 Herder terminó de publicar un libro titulado Fragmentos sobre la nueva literatura alemana; en esta obra distinguió entre lenguaje científico y lenguaje poético; uno servía a la razón, mientras que el otro nacía del alma. Herder expresó su convicción de que la poesía popular era la expresión más genuina del carácter de un pueblo, y atacó el culto que se daba en Alemania a las otras lenguas y literaturas, en especial la francesa, despreciando la suya propia.
En 1772 Herder escribió un libro que tituló Sobre el origen de la lengua. En esta obra afirma que la definición del hombre como animal racional no es totalmente válida. Él pensaba que el ser humano no es un animal al que alguna divinidad le hubiera impuesto la capacidad de razonar, sino algo muy diferente: Es su capacidad de hablar lo que hace en verdad diferente al hombre, y en esta capacidad de hablar se sintetiza la naturaleza perceptiva, cognitiva y volitiva del ser humano, es decir su forma de sentir, de pensar y de querer, y lo convierte en un ser capaz de reflexionar sobre sí mismo.
Gracias a esta capacidad de hablar, los seres humanos se comunican y crean la cultura, y por eso Herder afirmaba que no hay pueblo sin cultura. Por eso, aplicar la cultura europea a los demás pueblos, como se venía haciendo desde la época de los descubrimeintos hacía más de doscientos años, es un sinsentido, ya que cada cultura es válida en sí y por sí misma. Sin embargo, Herder decía que las culturas no son necesariamente armónicas. En ellas hay tensiones que causan cambios en ellas. Las culturas se componen de subculturas (las nacionales de regionales, las regionales de comunitarias, las comunitarias de familiares) y estas subculturas son capaces de ejercer su propia influencia, creando tensiones e incluso divisiones. Herder decía que la cultura no es solo lo mental o lo espiritual; lo material, los artefactos, son también parte de ella. Para Herder la cultura abarca todas las actividades humanas, no solo las mentales.
En esta obra, Herder expresa su opinión de que en el comienzo de la humanidad, lengua y poesía eran una misma cosa; la primera expresión del ser humano fue sin duda un intento de nombrar las cosas por medio del pensamiento poético. De hecho la poesía es una necesidad inherente al ser humano, y la expresión más espontánea de los pueblos son siempre sus cantos populares.
Dos años más tarde, en 1774, Herder escribe un libro titulado Otra filosofía de la Historia. En él ataca con dureza la sociedad contemporánea. Para Herder, la civilización (y en ese tiempo solo era civilización la europea) solo afecta a una sección mínima del planeta, y si comparamos la parte civilizada con la otra, vemos que en la primera se encuentran graves fallos. La civilización fuerza a los hombres a trabajar en minas y en fábricas en condiciones deplorables; la civilización amontona a la gente en grandes ciudades donde la energía cultural humana se desgasta. La mecanización del trabajo produce la alineación del ser humano. El campesino emigrado para trabajar en los núcleos urbanos pierde sus raíces. La cultura urbana de esta época era, pues, una cultura de papel, hecha para los eruditos a partir de abstracciones que lo alejaban de la realidad y que al final no son más que engaños.
La dicotomía de progreso frente a retroceso en el desarrollo humano ya había sido establecida por los arqueólogos, que buscaban los restos fósiles como prueba de la evolución humana, y evolución equivalía a progreso. Pero muchos siglos antes, el historiador árabe del siglo XIV, Ibn Jaldún (1332-1406), había estudiado los procesos de ascenso y decadencia de los pueblos teniendo en cuenta factores geográficos, medioambientales y económicos. Más adelante, hacia el primer tercio del siglo XVIII, Montesquieu, en su libro titulado Consideraciones sobre las causas de la grandeza de los romanos y de su decadencia (1734), había buscado en la naturaleza física y en la moral las causas de la caída del Imperio Romano. De este tipo de pensamiento surge la idea de que las clases altas entran en decadencia debido al lujo de las vidas de sus miembros. Algo parecido estaba ocurriendo en la Alemania de Herder.
En un libro publicado entre 1784 y 1791, Ideas para una filosofía de la Historia de la humanidad, Herder afirma que el hombre es el único ser capaz de elegir entre alternativas después de haber sopesado las posibilidades. La conciencia de sus imperfecciones y su capacidad de actuar libremente son las condiciones que permiten que surjan las culturas. En esta obra clave, el sabio alemán afirma que la naturaleza influye en la ocupación de la gente, que opta por dedicarse a la ganadería, a la agricultura o a la pesca según las condiciones de la región que habitara. Esta ocupación va definiendo las costumbres y el carácter de los pueblos. Por otra parte, los mares, ríos y montañas son barreras que separan a las gentes y a unas culturas de otras. Por eso es que existen culturas nacionales, que son el bien patrimonial de cada pueblo. El clima es otro factor que influye en el carácter de los pueblos, como se puede ver en las diferencias entre las culturas nórdicas y las meridionales.
Herder también afirmaba que los factores que sirvieron para que se formara una identidad colectiva, a saber, la lengua, los símbolos, los valores y las costumbres que los miembros de cada comunidad comparten tienen mucha más fuerza que los factores geoclimáticos. La naturaleza influye, pero no determina. Herder se dio cuenta de que los productos irracionales, es decir los que no se sujetan a las leyes de la razón, son elementos muy importantes en las culturas. Por eso consideraba que los mitos, las leyendas y las supersticiones no eran aberraciones indignas de la atención del hombre culto. De hecho, Herder se fijó en que los mitos y los ritos son elementos culturales autónomos; algunos mitos o ritos pueden estar relacionados con instituciones y prácticas económicas o políticas en cierto momento de la historia de un pueblo, pero cuando las circunstancias cambian y las instituciones o estructuras en donde estaban insertos dejan de existir, estos mitos o ritos se suelen mantener vivos, pues no les deben la existencia, el origen o el significado a estas estructuras. Intentar suprimir las creencias y los ritos y mitos creyendo que con ello se cambian las instituciones sociales es, en consecuencia, un engaño. En esto, el pensamiento de Herder se opone al que años después propondrá Karl Marx.
El principio de tratar cada manifestación cultural como un elemento autónomo, aunque estuviera integrado en la cultura y relacionado con los demás elementos, implicaba que las culturas no tenían un origen único, sino que se iban formando debido a causas múltiples. Esta fue una idea que daría interesantes frutos con el desarrollo de las ciencias sociales.
Herder consideraba al pueblo (en alemán das Volk) como un organismo. Sus componentes, las células de este organismo, no podían tener una vida independiente; la totalidad estaba representada por el organismo y no por las células individuales que lo componen. Para Herder, la cultura folclórica surge de una masa humana indiferenciada que se oponía al individualismo de la clase culta, burguesa y racional. El pueblo se parecía más a un organismo natural, compacto, que a un conjunto de individuos que ejercían su poder de razonar.
En su concepto de pueblo, Herder unía la idea de nación a la de campesinado. Volk eran los grupos de personas o las comunidades cuyas tendencias naturales e innatas se habían desarrollado sin que en ellas hubiera influido la civilización, que es un producto urbano. Herder introdujo la noción de Volkgeist, que traducido como “alma del pueblo” o también “espíritu nacional”, tanto influiría en el pensamiento europeo hasta mediados del siglo XX. Para Herder los cantos y relatos tradicionales nacen del alma del pueblo, que se manifiesta también en sus creencias y tradiciones.
Herder consideraba que el peor daño que se le podía hacer a un pueblo era robarle su carácter nacional. En su interés por dar nueva vida al pueblo alemán, en sus días dividido y contaminado, citaba a Tácito, escritor romano de finales del primer siglo, que hizo la primera descripción de los germanos. Aparecían formando un pueblo único y distinto que no se había adulterado mezclándose con otras razas, ni habían sufrido la mezcla que supone inmigración. Herder comparaba a los antiguos germanos con los alemanes de su tiempo y veía que su pueblo había sacrificado su identidad; el alemán era el pueblo con menos carácter nacional de toda Europa. Consideraba también monstruoso que hubiera imperios que juntaran pueblos y etnias diferentes bajo un mismo cetro y una misma ley; él era partidario de que cada pueblo tuviera su propio gobierno de acuerdo a sus tradiciones y características. Herder decía también que los judíos eran un ejemplo de pueblo que nunca había perdido su carácter nacional.
En su lucha por recuperar la identidad alemana, Herder trató de revivir lo que él llamaba “la edad poética de la raza”, esa edad anterior en que Alemania estaba mucho más cerca de su esencia como nación. Opinaba que la poesía era la manifestación artística que mejor reflejaba el alma de un pueblo y por tanto constituía la forma primordial de la literatura. Vico y Montesquieu ya habían dicho que la poesía consiste en un habla emocional, no racional, que expresa los sentimientos del alma de las gentes. Las ideas nebulosas de la poesía son más poderosas que las que aporta la ciencia. Pero en el último tercio del siglo XVIII, la aristocracia y las clases intelectuales se encontraban contaminadas por el clasicismo francés, y habían dejado de comportarse como verdaderos alemanes, olvidando sus tradiciones. Herder no encontraría lo que buscaba en estos estamentos; era preciso buscar las raíces del alma del pueblo alemán en el Volk, el campesinado, cuyas tradiciones se mantenían intactas.
Entre 1774 y 1778 Herder se dedicó a recoger cantos populares de diversas fuentes, acción que consideraba un deber patriótico. Entre 1778 y 1779 publicó una colección que tituló Canciones populares: La voz de las naciones en cantos. Era la primera vez que se usaba la palabra Volkslied, vocablo que se adaptó al inglés produciendo el término folksong y al español y otras lenguas romances, que lo tradujeron como chanson populaire o canzone popolare o “canción popular”.
Herder, que consideraba la poesía como la primera lengua de la raza humana, llamó a los cantos populares “el archivo de los pueblos” porque creía que las más antiguas memorias de la humanidad se hallaban guardadas en estas manifestaciones artísticas. En esta colección Herder va más allá del nacionalismo alemán, pues reunió todos los cantos que pudo de un gran número de pueblos diversos. Siguiendo a su maestro Hamann, el Mago del Norte, formuló un concepto de lo primitivo y de lo popular en el que incluía la idea de lo natural y la de lo espontáneo. La poesía popular antigua era la expresión natural y espontánea de un pueblo. El alma del pueblo se articulaba en sus cantos, y la poesía a la vez reflejaba las costumbres del pueblo e influía en ellos. Esta situación duró hasta el Renacimiento en que la poesía se dividió en poesía culta y poesía popular. Solo la popular retuvo esta característica de reflejar el alma del pueblo, ya que se transmitía de forma natural, por vía oral y por lo general tenía una función social en la comunidad; la poesía culta, que no tenía ninguna función social, se percibía con los ojos, en solitario y por lo general ya no se componía para ser cantada.
Herder, pues, distinguía entre cultura popular y cultura erudita, y es en su cultura popular donde reside el carácter de los pueblos, que se conoce mejor cuando se encuentra en su estado bárbaro. Herder mantenía que no se llega a conocer un pueblo si solo se examina de él su repertorio de obras cultas o eruditas. Es en lo popular, y más aún en la poesía popular donde reside la verdadera alma de los pueblos.
A partir de Herder se desarrolla una analogía que separa el pensamiento romántico del pensamiento ilustrado: la dicotomía mecanismo-organismo. Lo orgánico representaba lo vivo, lo natural y lo autónomo y por tanto se cargaba de un significado positivo, mientras que lo mecánico era lo racional, lo determinado, lo artificial y carente de vida, y tenía connotaciones negativas. Esta valoración de lo orgánico estaba muy unida a la exaltación de la naturaleza, muy característica del movimiento romántico. El concepto racional y mecanicista que los ilustrados tenían de las culturas propugnaba que estas procedían de una mente directriz: los románticos, en cambio, afirmaban su semejanza con las leyes naturales. Esta contraposición entre natura y cultura toma en estos tiempos un sesgo que se ha mantenido hasta nuestros días: la cultura oficial y elitista, que se expresa por escrito, deja de ser objeto de culto como emanación de una Razón divinizada y pasa a ser un producto artificial de lo urbano; lo tradicional, lo rural y la oralidad se equipara a lo natural.
A los pensadores románticos, el pensamiento ilustrado les parecía demasiado estrecho por su tendencia a ser lógico y matemático y por querer sujetar toda la vida a la razón, y por tanto la encorsetaba en un modelo mecánico. El arte neoclásico imponía también reglas muy estrictas al arte y el empirismo escéptico o esa forma de razonar basada solo en la razón y en la duda metódica limitaba el conocimiento del universo tan solo a lo que podía ser captado por los sentidos. La reacción romántica suponía una liberación de todas estas ataduras. Y sin embargo, el movimiento romántico había nacido de la propia Ilustración; la heterodoxia surgió de las dudas de los pensadores y la idea de progreso fue la que hizo que el pensamiento tendiese a la imaginación de lo infinito.
Gracias a la influencia de Herder comenzó a recolectarse la poesía popular, primero en Alemania, y luego en el resto de Europa. De la poesía se pasó a la recolección de cuentos y leyendas y después, de todo tipo de folclore.
El inicio de la folklorística como disciplina se ve marcado por una búsqueda de un pasado que valide el presente. Si en la época anterior esta búsqueda se orientaba hacia el glorioso pasado clásico, símbolo de unidad y de internacionalismo, o en las Sagradas Escrituras y la tradición apostólica, ahora la búsqueda se orienta al origen de los pueblos, que es donde se encontrarán las características que sirven para darles su auténtica identidad, el conjunto de características que han servido para definirlos a lo largo de la historia. Se abandona, pues la búsqueda del pasado clásico, que solo podía llevar a un internacionalismo contra el que se estaba reaccionando y comienzan los estudios de las culturas anteriores y posteriores a esta etapa histórica: el pasado celta o germánico y la época medieval. Todo ello recordado por el pueblo llano en sus tradiciones orales. La identidad nacional deja de ejercerla un centro hegemónico, que solía coincidir con la capital política y empiezan a tomar cada vez mayor importancia las regiones periféricas.
El movimiento romántico europeo y el pensamiento nacionalista, cuyas raíces se pueden encontrar en Herder, dan así un gran impulso al estudio de la cultura popular. Es en las culturas regionales, a veces las más apartadas de la cultura impuesta como modelo y patrón, y en los dialectos y lenguas alejados de la lengua oficial donde los investigadores de las culturas populares comienzan su labor. De la misma manera, es en las tradiciones de clases populares, del campesinado, donde el hombre erudito, el intelectual urbano, busca las raíces de su propia identidad.

lunes, 5 de marzo de 2007

Perfil del folklorista: Mariano Contreas García


Mariano Contreras García, también conocido por el apodo de “El Obispo”, dedicó su vida en cuerpo y alma a la dulzaina, instrumento que tantas satisfacciones dio a cuantos le oyeron. Se puede decir que desde los 16 años, en que tocó en una boda en su pueblo, hasta su fallecimiento no dejó un solo día de hacer sonar la dulzaina para deleite propio y ajeno.

Mariano Contreras nació en Santiuste de Pedraza el 17 de abril de 1903 y falleció en Segovia el 17 de junio de 1994 a los 91 años. Su afición por la música le vino a temprana edad, pues ya de niño tocaba el tambor y también los pitos de caña que él mismo se construía. Su padre, el tamborilero Gregorio Contreras, conocedor de la profesión, no era muy partidario de que el chico se dedicara a la música, pero ante la insistencia de éste no le quedó mas remedio que asumir la gran afición musical de su hijo y tomar cartas en el asunto. Así, decidió llevarle a Collado Hermoso, donde el dulzainero "Román Peseto" le vendió una dulzaina por 14 duros y le enseñó a tocar las primeras melodías.

Realizó el aprendizaje de la dulzaina de una autodidacta, pues con los ligeros conocimientos que le enseñó "Román Peseto", los que recibió de su padre que era tamborilero y sobre todo con mucha dedicación y tesón, pudo llegar a adquirir en poco tiempo mucha destreza en la dulzaina y el tambor.

Después amplió su repertorio con la música que tocaban por entonces los buenos dulzaineros de la zona: "EL Nincho", de Caballar, Julián Carcía Gaona, de Torre Val de San Pedro y sobre todo Luis Gil Sanz, "El Tío Luis" de Matabuena, de quien era un ferviente admirador por su forma de tocar.

De "El Tío Luis", de quien se decía que tocando en Matabuena se le podía oír en Navafría, fue de quien más repertorio aprendió; escuchaba sus intervenciones públicas en las fiestas de los pueblos cercanos, pues este excelente dulzainero nunca fue partidario de ceder a alumnos o colegas de profesión sus conocimientos musicales, que había aprendido de "Los Pichilines" de Peñafiel.

También dominó el tambor a la perfección, pues consideraba que todo dulzainero que se preciara, debía entender los ritmos del tamboril para entender la misión de este instrumento que tan parejo va con la dulzaina. Otro instrumento que le gustaba tocar era la guitarra, que como cualquier mozo de su edad utilizaba para rondar a las mozas que lo merecieran. De esta forma, muy pronto llegó a hacerse un puesto en el mundo musical de aquellos años y a destacar como uno de los mejores.

En la zona de Pedraza recuerdan como muy buenos dulzaineros a "El Tío Luis" y a "El Obispo" y como tamborilero a Facundo Blanco. Con este tamborilero formó pareja durante más de 30 años, hasta que en 1956 se trasladó a Segovia. En esta capital, en la que ya era conocido por amenizar fiestas tan tradicionales como las de Alcaldes de Mozos o las de Aguederas de los barrios de San Millán y San Lorenzo, continuó alegrando la vida de las gentes con los sones de su dulzaina.

Otros dulzaineros que destacaban en los comienzos musicales de Mariano Contreras eran el gran maestro Agapito Marazuela, quien además de por la dulzaina, destacaba por entonces como excelente concertista de guitarra, y Paulino Gómez "Tocino" quien quizá haya sido el dulzainero que mejor ha dominado este instrumento. Este dulzainero, junto con el grupo de danzas de Abades, fue requerido para actuar en el Pabellón de España de la Exposición Internacional de Artes y Técnicas de París de 1937. De este acontecimiento se ha podido recuperar como documento folclórico un vídeo de la METRO-GOLDWIN-MAYER en el que se recoge una vista de los distintos pabellones de la Exposición y la actuación musical de Tocino con el Grupo de Danzas de Abades.

Mariano Contreras utilizaba una dulzaina de 43,5 cm., construida por Teófilo Arroyo "El Pollo" en Sotillo de la Ribera (Burgos) que se encuentra actualmente depositada en La Fundación Centro Etnográfico Joaquín Díaz para ser expuesta en el Museo de Instrumentos de Urueña. Posteriormente adquirió dos dulzainas de 40,5 cm. a Lorenzo Sancho de Carbonero el Mayor, afinadas en Fa (Do para la Dulzaina) y es con las que ha intervenido hasta el final de sus días.

Siempre le gustó tocar con dulzainas largas, pues, según su opinión, éstas solían ser más armoniosas, y recomendaba para una ejecución más cómoda –cuando el cansancio de una intervención prolongada hacía mella en los pulmones– la utilización de lo que él denominaba escala de abajo, la de Mib (Sib para la Dulzaina), que consiste en interpretar la canción transportada un tono más abajo. De esta forma se facilita la ejecución musical al tener que impulsar menos aire, aunque también se requiere más agilidad en los dedos, pues es necesario usar más las llaves.

A lo largo de su vida fue proclive a ceder sus conocimientos musicales, siempre de una forma desinteresada, a cuantos se sintieron interesados por este tipo de música. Así se formó, como tamborilero primero y después como dulzainero, Mariano San Romualdo "Silverio" con quien llegó a formar pareja durante algunos años. También enseñó el toque del tambor a sus hijos Mariano y Félix con quienes formó pareja desde los años 60.

En los últimos años, con el auge que tomó el mundo de la dulzaina cedió con mucho agrado sus conocimientos a cuantos se ha acercaron a él. Habiéndose formado a su lado los jóvenes dulzaineros: Martín López Llorente, Juan José Cid Cotobal, Rodrigo Peñas Barroso, y un largo etcétera de personas que en mayor o en menor medida han sabido asimilar y trasmitir para la posteridad el amplio bagaje musical de Mariano Contreras.

La Asociación de Vecinos, así como la Asociación de Peñas del Barrio de San Lorenzo decidieron que, a partir del año de su fallecimiento 1994, los actos folclóricos que año tras año se vienen celebrando con creciente éxito, dentro de las Fiestas del Barrio, tomen el nombre de: Encuentros Folklóricos "Mariano Contreras".

viernes, 9 de febrero de 2007

jueves, 8 de febrero de 2007

Segunda reunión

Campus de Santa Cruz la Real, 6 de febrero de 2007

Asistieron:
Manuel M. Martín Tejedor
Pablo Zamarrón
Rodrigo Peñas
José Francisco de Antonio Gómez
Rosa María Martín
Amando González Gómez
Jesús Sanz
Godofredo Simón Cabrero
Óscar Heredero de Pablo
Borja Sanz Morales
Guillermo Herrero Gómez
Carmelo Gonzalo Prieto (Ronda Segoviana)
José Manuel Herrero Martín (Michel)
Fernando San Rumualdo
José Luis Gómez Migueláñez
Juan J. Prat Ferrer (USEK)


La sesión comenzó a las siete y media con la bienvenida del Director del Departamento de Humanidades, Dr. Santiago López Navia, ya que el día anterior estuvo ausente por causa del temporal. Ofreció la Universidad como lugar físico y como soporte y apoyo para cualquier iniciativa que se crea conveniente, para solicitudes, posibilidad de publicar trabajos de investigación, revista virtual en la Web de la USEK, etc. y sobre todo, los conocimientos y el bien hacer del Dr. Juan J. Prat Ferrer.

A continuación se hizo un repaso de lo que se había tratado en la sesión anterior.

En esta reunión, la temática fue variada y la conversación, amena. Se propuso que los participantes escribieran sus ideas sobre lo que quieren que el Aula Abierta les aporte como institución colectiva. También se propuso que cada uno meditara sobre qué es lo que puede aportar a esta colectividad. En esta línea se habló de una amplia gama de posibilidades: exposiciones, conferencias, charlas, cursillos, conciertos, actuaciones, demostraciones, talleres, muestras.

Se anunció la disponibilidad del Profesor Titular de la Universidad de Alcalá José Manuel Pedrosa para venir a darnos una conferencia sobre un tema por decidir.

José Francisco de Antonio Gómez ofreció su disponibilidad para hacer una exposición de fotografías sobre la temática de las tradiciones. También propuso que se compartieran y se mostraran en este foro las vivencias de sus componentes para llegar a conocernos mejor.

Juan José Prat anunció que para la próxima reunión prepararía un coloquio sobre la historia de los estudios folclorísticos, que, si interesa, se podría continuar en sesiones siguientes.

Se propuso que nos presentáramos oficialmente por medio de una carta a las instituciones segovianas: Ayuntamiento, Diputación, Junta, Caja de Ahorro, pero tam,bién se habló de la conveniencia de tener el aula más estructurada en cuanto a actuaciones antes de hacer esta presentación. La idea no es solo darnos a conocer, sino también involucrarlos en nuestras actividades invitándolos a participar en ellas.

Se habló de lo importante que es que se nos conozca y del papel de los medios de comunicación a este respecto.

Godofredo Simón Cabrero intervino expresando su preocupación por la creciente pérdida de tradiciones, lo que redunda en una desaparición de la cultura étnica frente a la globalización que se impone. Es necesario que se medite sobre la actitud que a diferentes niveles se muestra, desde lo personal hasta lo institucional, ante lo que desaparece y los medios que se podría echar mano para frenar esta desaparición de la cultura. La misma preocupación fue expresada en términos parecidos por Pablo Zamarrón, añadiendo que habría que ver qué es lo que se quiere conservar y cómo, y si estas pérdidas son fruto del desconocimiento o la desidia.

Frente a los que piensan que la labor de un folclorista debe limitarse a documentar, hay otros que apuestan por la conservación de las manifestaciones adaptadas a estos tiempos.

Juan José Prat intervino recordando que las tradiciones desaparecen en el momento en que dejan de tener una función en la comunidad, por tanto, propone que se estudien los casos de adaptación con éxito a los nuevos medios para que sirvan de modelo. Se habló, por ejemplo, de la inclusión de chicas en los bailes de paloteo, frente a la tradición que hacía de estos una danza exclusivamente masculina. Se reflexionó que preferible que se admitan estos cambios si la alternativa es que desaparezcan. Se preguntaba el por qué la juventud se aleja de este tipo de manifestaciones, en qué se falla. También se presentó el caso de un grupo musical que apuesta por una mayor calidad en la ejecución, por la grabación de discos dentro de un marco de autenticidad, con muy pocas concesiones a los medios técnicos, y que gracias a esta orientación se ha adaptado con éxito al entorno.

Se comentó sobre la necesidad de un centro de documentación, o centro etnográfico, y que en Diputación ya hubo alguna iniciativa de algún grupo político, pero que no prosperó debido al antagonismo de los partidos, y que tampoco hubo presión social.

Se ha denunciado la pérdida de los grupos de danzas en los pueblos y se habló de la transformación del sistema de vida que produce un cambio en la conformación de los grupos y de sus tradiciones.

Se comparó con el éxito que ha tenido la dulzaina frente a la danza, y también se habló de la adaptación al entorno con la inclusión de melodías populares (frente a las puramente folclóricas).

Se adujo que hoy día la oferta en la industria cultural es mucho mayor que antaño, pero que esto no necesariamente redunda en una mayor oferta folclórica.

Antes de terminar la sesión se recordó a los participantes que comenzaran a preparar una posible aportación al Aula Abierta, de acuerdo a sus intereses, preocupaciones y posibilidades.

Se levantó la sesión a las nueve de la noche, convocándose la siguiente reunión para el martes 6 de marzo de 2007.